lunes, 2 de septiembre de 2013

¿Ofreces a Cristo? (Lunes 2 sep 2013)


Imagen extraída de "Compartiendo luz con el sol"

Lc 4, 16-22, 24-27. 29-30: ... Jesús fue a Nazaret… entró en la sinagoga… le entregaron el libro…"El Espíritu del Señor está sobre mí"…

Educar y educarnos
Ser catequista de los propios hijos.
Jesucristo fue el primer catequista. Las gentes, por escucharle, se olvidaban hasta de comer y beber. Lo escuchaban ricos y pobres, sabios e ignorantes, niños, jóvenes y ancianos. ¿Qué enseñaba? Que Dios es nuestro Padre que jamás deja de amarnos.
Jesús junto al pozo de Siquem, a la samaritana, que es una pecadora, que si rectifica su vida encontrará en su corazón el amor verdadero. A Nicodemo, sabio, rico y doctor de la ley, que una noche fue a ver a Jesús, le invita a ser justo y bondadoso. A María Magdalena le dice que Dios la perdona, pero que no peca más. A Marta, la hermana de María y Lázaro, le reprocha que se inquiete por mil quehaceres y se olvide de lo importante: ¡Escuchar a Dios! Acoger en el corazón las palabras que vienen del Cielo.
¿Por qué no hacen ustedes con sus hijos lo que hacía Cristo? No hay que ser teólogos ni sabios para educar a los hijos en el Amor a Cristo y a su Iglesia. Hábleles con sencillez, con alegría y con ejemplos y verán como les abren su corazón a Dios y a ustedes
Julián Escobar.
El misterio de la oración.
.Un joven universitario se sentó en el tren frente a un señor mayor, que devotamente pasaba las cuentas del rosario. El muchacho, con la arrogancia de la juventud y la pedantería de la ignorancia, le dijo:
- “Parece mentira que todavía crea usted en esas antiguallas...”
- “Así es. ¿Tú no?”, le respondió el anciano.
-“¡¿Yo?! –dijo el estudiante lanzando una ruidosa carcajada–. Créame: tire ese rosario por la ventanilla y entérese de lo que dice la ciencia”.

- “¿La ciencia? –preguntó el anciano con sorpresa–. No lo entiendo así. ¿Tal vez tú podrías explicármelo?”.
- “Deme su dirección –replicó el muchacho, haciéndose el interesante y en tono protector– que le puedo mandar algunos libros que le podrán ilustrar”.
El anciano sacó de su cartera una tarjeta de visita y se la alargó al estudiante, que leyó asombrado: "Louis Pasteur. Instituto de Investigaciones Científicas de París". El pobre estudiante se sonrojó y no sabía dónde
meterse. Se había ofrecido a instruir en la ciencia al que, descubriendo la vacuna antirrábica, había prestado, precisamente con su ciencia, uno de los mayores servicios a la humanidad.
Pasteur, el gran científico que tanto bien hizo a los hombres, no ocultó nunca su fe ni su devoción a la Virgen.
Texto extraído de "Revista Buena Nueva"



Vídeo de "Youtube"

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