miércoles, 8 de julio de 2015

8 de julio de 2015


Imagen extraída de "protestantedigital.com"

Yo, Dios, te pregunto
- ¿Tú fe en Cristo es mera palabrería?
- ¿Te riges por meros sentimentalismo?
En cierta ocasión, una mujer que le seguía entre la multitud, viendo las obras maravillosas del Señor, y oyendo sus palabras, exclamó con entusiasmo: «¡Bienaventurado el vientre que te llevó, y los pechos que te alimentaron!» (Lc 11, 27). Y el Señor le contestó: «¡Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios, y la ponen en práctica!» (Lc 11, 28).
Jesús no contradice a la mujer, todo lo contrario, amplía el sentido de sus palabras. No dice que no hay motivo de alabar a su Madre, sino que realmente tal motivo es doble. Primero, porque por su maternidad está unida con El con lazos de sangre; segundo, y el más poderoso, porque por su fe tiene con El un parentesco espiritual, porque conservaba en el corazón Sus palabras (Lc 2, 19, 51) mejor que cualquiera de sus discípulos. En el primer punto no podemos imitar a María. Pero sí en el segundo. Sabemos muy bien cómo el camino más seguro para el que quiere seguir a María, ser digno de ella y parecérsele, es la fe ardiente, abnegada, viva, en Jesucristo. Fe que no es mera palabra ni mero sentimiento, sino también, y principalmente, vida y fuerza divina que transforma nuestra vida propia.
Julián Escobar.

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