lunes, 3 de julio de 2017

3 de julio de 2017

Imagen extraída de "www.tradicioncatolica.com"

Yo, Dios, te pregunto
El apóstol Tomás, ¿persona incrédula? 
¡Cuánto tuvo que perdonar Jesús a sus propios apóstoles! Uno lo traicionó (Judas), otro negó conocerlo (san Pedro), todos salieron corriendo y lo dejaron sólo en el Huerto de Getsemaní, y Tomás se negó a creer que Jesús había Resucitado. ¡Traición, negación, incredulidad! Y todo lo perdonó, el Señor. San Gregorio de Niza dice que el hombre se asemeja tanto más a Dios cuanto más perdona.
La gran mayoría de las personas, y no digamos ciertos Estados, nos comportamos más, como jueces y verdugos, que como discípulos de Jesucristo, que perdona y redime.
La justicia legal comenzó en una isla griega. Entre sus leyes estaba la pena de cegar al hombre sorprendido en adulterio. Un día fue sorprendido el hijo del rey. El pueblo pidió clemencia para el joven heredero. ¿Qué hizo el rey? Mandó que a su hijo le sacaran un ojo y otro se lo sacaran a él.
Todos decimos: “el que rompa que pague”. ¿Qué ocurriría si Cristo aplicara ese principio? ¡Estaríamos ciegos, cojos, mancos…!
¡Tomás, palpa mis llagas y no seas incrédulo!
- ¿Eres incrédulo como el Apóstol Tomás?
- ¿Eres justiciero?
Julián Escobar.

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